El Camino Olvidado a Santiago: la última senda virgen

El Camino Olvidado desde Bilbao a Santiago, una ruta medieval tranquila y virgen entre la Cordillera Cantábrica y los robledales del Bierzo.
Aguilar de Campoo
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Un camino olvidado aguarda a los peregrinos que deseen recorrer la primera de las rutas medievales hacia Santiago de Compostela. Hablamos de una senda virgen y alejada de la masificación que comienza en Bilbao y camina a la sombra de la Cordillera Cantábrica a través del valle de Mena, las Merindades, la Montaña Palentina y los valles mineros de Guardo y Cistierna hasta alcanzar los robledales del Bierzo. El Camino Olvidado es un gran desconocido, y gracias a su anonimato, los peregrinos pueden sentirse como uno de los viajeros medievales que peregrinaban a Compostela durante los siglos más oscuros de nuestra historia.

UNA BREVE HISTORIA DEL CAMINO OLVIDADO

Numerosos peregrinos recorren el bosque dirección a Santiago.

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El Camino Olvidado, Camino de la Montaña y también llamado Camino Viejo fue la senda más segura y transitada hacia Compostela entre los siglos X y XI. Los lazos entre los reyes cristianos de León y Pamplona y a la necesaria colaboración de sus ejércitos para alejar el peligro musulmán de la Cordillera Cantábrica crearon la necesidad de articular un camino que uniese ambos reinos. Gracias a la añeja red de calzadas romanas, la necesidad dio lugar a una vía que comenzaba junto a la ría del Nervión y uniría para siempre los verdes montes vascos bajo dominio navarro con las lejanas parameras de León y los bosques de Galicia.

Una estampa mágica en las ruinas de la ermita de San Tirso.

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El Camino de la Montaña entre Vasconia y Galicia no tardó en convertirse en un camino de peregrinación hacia Santiago de Compostela. La expansión de la frontera castellana y navarra hacia la Rioja en el siglo X abrió la puerta a la llegada de peregrinos ultramontanos procedentes de Francia, y las tierras otrora amenazadas por las aceifas musulmanas recibieron a una nueva clase de viajeros que buscaban la tierra del fin del mundo. El valle de Mena se convirtió en la autovía que conducía hacia Galicia, y una recién nacida Castilla balbuceó sus primeras palabras bajo el paso de los primeros peregrinos.

Castro de Santa Tecla, Pontevedra.

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El Camino Olvidado continuó en auge hasta el desmembramiento del Califato de Córdoba en el año 1031. La amenaza musulmana se alejó para siempre de las tierras al norte del Duero, y el incómodo Camino de la Montaña fue pronto sustituido por el Camino Francés que todos conocemos. La riqueza de las catedrales de Jaca y León, o los brillos de Burgos y Castrojeriz pasó muy lejos del Camino Olvidado, cuya época fue oscura antes de que la luz iluminase de nuevo la Edad Media.

EL CAMINO DEL AGUA

Los ríos y valles eran las autovías de la Edad Media, y el Camino Olvidado busca siempre sus vegas y riberas. Los peregrinos francos que desembarcaban en la segura ría de Bilbao pronto se echaban al paso en pos del río Cadagua, y se topaban en su inquebrantable caminar hacia Compostela con ríos nacidos en las montañas que cerraban su paso. El agua cae literalmente sobre el Camino Olvidado en las cascadas de Irús, en el corazón del valle de Mena, una de las etapas más bellas de la ruta perdida hacia Compostela.

Aldea de Montefurado, Camino Primitivo.

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Los puentes eran siempre el lugar más buscado de los ríos, y el Camino Olvidado permite disfrutar de ejemplos tan bellos como el puente de Balmaseda, razón de ser de la villa vizcaína. También resulta embriagadoramente medieval el Puente Ilustre de Espinosa de los Monteros, etapa burgalesa del Camino hacia Compostela, donde podremos observar reflejada la silueta de la torre de los Velasco en las aguas del río Trubia. Más al oeste, el puente romano de Reinosilla nos conducirá hasta Aguilar de Campoo y su vetusto vado sobre el Pisuerga; como en el juego de la oca, debemos saltar de puente en puente hasta alcanzar nuestra meta.

El río, la "playa" de Bilbao.

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EL CAMINO DEL BOSQUE

Los bosques que cubren con sus ramas las piedras del Camino Olvidado acompañarán al peregrino durante buena parte del camino. Muchos se aferran a los montes de Castilla, como los encinares que esconden la cueva de Ojo Guareña y los abedulares que crecen en las faldas de las Merindades. Otros bosques parecen mundos aparte, como los inmensos robledales que el Camino Olvidado atraviesa nada más abandonar la iglesia cántabra de Cervatos, y que son un preludio de las grandes masas forestales que darán sombra al peregrino en su avance por la Montaña Palentina. Desde nuestra partida en Bilbao, una ardilla podría seguirnos hasta Compostela saltando de rama en rama.

Catedral de Santiago de Compostela.

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EL CAMINO VACÍO

El Camino Olvidado hacia Santiago recorre buena parte de la llamada “España vaciada” desde que abandona el País Vasco La quietud de la Naturaleza suele ser la única compañía del peregrino en comparación con las columnas de caminantes que jalonan el Camino Francés. Las iglesias románicas, las plazas de los pueblos y los mesones sólo son frecuentados por los habituales, y a menudo pensaremos que estamos recorriendo una senda que nunca ha existido. La magia del Camino Olvidado, sin embargo, reside en encontrar la vida en el vacío, y la compañía en el silencio.

Escasa quietud, sin embargo, encontraremos al atravesar las cabeceras comarcales que el camino atraviesa, y podemos respirar mucho más ambiente de lo que imaginamos entre las calles de Espinosa, Aguilar de Campoo, Guardo y Cistierna. Las cuatro conocieron tiempos mejores, y aunque falta tiempo para que empiecen a construir albergues de peregrinos, el viajero siempre será acogido al pie de las montañas.

Bosque de álamos en Aguilar de Campoo.Alamy

Aguilar de Campoo ofrece al peregrino un desvío hacia Santo Toribio de Liébana y el Camino Francés en Osorno, y por ello se considera la villa más “jacobea” del Camino Olvidado. Después de haber dejado atrás el valle de Mena y los montes burgaleses, el horizonte de campos que precede a la Montaña Palentina nos acerca a León. Antes de ponerse en camino hacia un rincón más de la España vacía, pero viva, merece la pena probar las tapas y raciones del “Perro de San Roque”, en el casco viejo de Aguilar, sólo para preguntarse si el pueblo no será mejor que la ciudad.

EL CAMINO SAGRADO

Una vez abandonamos Aguilar de Campoo en dirección a Guardo, el Camino Olvidado retrocede al pasado a medida que se aproxima a Cervera de Pisuerga, puerta de la Montaña Palentina. Junto al mismo camino, poco antes de divisar las casas de Cervera, podremos observar una necrópolis medieval cuyas tumbas abiertas yacen grabadas en la piedra.

Sólo los cementerios vinculados a un lugar sagrado parecen mostrar esta clase de tumbas, lo que demuestra que el Camino Olvidado sigue un sendero marcado por antiguos santuarios.

Iglesias románicas entre vides.

Enoturismo de Galicia

Cada una de las comarcas que hemos dejado atrás tiene su propio tótem sagrado: el valle de Mena posee sus iglesias románicas; las Merindades guardan los misterios de Ojo Guareña, y en Campoo encontramos la ecléctica colegiata de Cervatos al borde del Camino Olvidado. La senda continúa vigilada por santuarios abandonados como San Román de Entrepeñas, a la sombra de la Montaña Palentina, y antiguos hospicios como el que un día se alzó en la leonesa Puente Almuhey.  El primer camino hacia Compostela marcó el son de los demás, cuyo trazado nunca obedecía a un juego fortuito. La presencia de templos y lugares cargados de esoterismo comenzó con el Camino Olvidado, y se perpetúa en sus herederos.

EL CAMINO DEL RECUERDO

Una vez alcanzamos Guardo, el Camino Olvidado coincide con el trayecto del ferrocarril que une La Robla, en León, con el puerto de Bilbao. El sendero jacobeo pasa a convertirse en un itinerario minero revestido de gris decadencia, y nos transporta a una época en la que Guardo, Cistierna y las comarcas del carbón vivieron tiempos de bonanza. El recuerdo de la central térmica todavía se refleja en las Fuentes Tamáricas de Velilla del río Carrión, y no debemos olvidar que buena parte de la elegancia provinciana de León fue costeada con el carbón de sus montañas. El Camino Olvidado es un camino de recuerdos cuando avanza entre Guardo y La Robla.

El inicio de la ruta se puede hacer desde la Iglesia de San Nicolás El Real.

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EL CAMINO DEL SILENCIO

Las últimas etapas del Camino Olvidado discurren entre La Robla, al pie de las montañas de León, y Villafranca del Bierzo, la puerta por antonomasia del Camino Jacobeo. Ninguna de las rutas que conducen a Compostela pueden ofrecer un paisaje y parajes tan salvajes como los que atraviesa el Camino Olvidado mientras traviesa el bosque mágico de Valdehaya en busca una salida que nos conduzca al laberinto de montañas que componen la Reserva de la Biosfera de los valles de Omaña y Luna. Fueron los romanos quienes labraron este camino antiguo, y su presencia aún se recuerda gracias a un desgastado miliario que se asoma a la calzada en la aldea de San Justo de Cabanillas.

Picos de Europa, Cantabria, Asturias y Castilla y León.

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El agua, los bosques, los santuarios y ruinas de antiguos hospitales aparecen de nuevo mientras dejamos atrás los pueblos de Riello, Fasgar, Igüeña, Labaniego y Congosto. El Bierzo es la tierra del silencio, y a medida que nos internamos en el valle con forma de concha que abraza a los peregrinos procedentes de mil rincones, podemos comprender por qué tantos eremitas buscaron el paraíso entre sus rocas.

Atardecer en Las Médulas, en el Bierzo (León).

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Hoy en día, el Bierzo ofrece al peregrino un paisaje agrícola, y a medida que nos acercamos a Villafranca podremos caminar entre manzanos, cerezos, huertos de pimientos y viñedos de los afamados caldos bercianos. El silencio comienza a desvanecerse a medida que nos aproximamos al Camino Francés, y el Camino Olvidado desaparecerá para dejar paso a la senda que todos conocemos. Los albergues volverán a estar llenos, las piedras del sendero vibrarán con el paso de cientos de peregrinos, y nada quedará de la senda del agua, los bosques, el silencio y las rocas. Por suerte, el Camino Olvidado estará esperándonos cuando deseemos sentirnos verdaderos peregrinos.

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