Despropósitos: que han vuelto los 2000

No es la música lo que echamos de menos. Ni la música, ni las pelis, ni los conciertos, ni las primeras veces. Pero sí la mirada. Mirar el mundo con amargura es perder la partida. En realidad solo importa la ilusión.
Despropósitos Before Sunrise Richard Linklater

Esta semana me pasó una cosa extrañísima: me quedé paralizado con una canción de los dos mil. De un grupo que ni me iba ni me venía (Los Planetas), pero escuchar esas tres estrofas perfectas —“Me he despertado casi a las diez / Y me he quedado en la cama / Más de tres cuartos de hora / Y ha merecido la pena”— transformó el momento en algo bellísimo, cruzó entonces la música mi piel, huesos y entrañas, llegó el sonido acompasado de sus guitarras hasta lo más hondo, el oxígeno entraba en mis pulmones como un ciclón, parecía una alucinación, aquel éxtasis (la transverberación) del que hablaba Santa Teresa. Yo no lo sé porque haya leído sus memorias sino porque otro paladín de comienzos del siglo XXI dirigió una película en torno a ella —una buena película, además: “Soy mujer, lo que entiendo a medias lo sé entero, y al alma no hay nada que la engañe”. Aquel notas se llamaba Ray Loriga y todos queríamos ser un poco como él. Treinta años después lo sigo leyendo.

El encuentro con Un buen día sucedió —como tantos encuentros casuales— bicheando un rato (perdiendo el tiempo, o sea) la pestaña Explorar de Instagram tras un día de mierda, un call tras otro, era el reclamo de un festival de música en Málaga, Galaxi Sound, en el post (lo vi como diez veces) contaban también que el concierto era una excusa para celebrar el treinta aniversario de Super 8, su primer disco. Fue imposible no buscarlos en Apple Music, escuchar el disco entero, saborear cada nota: “Ha entrado el sol por la ventana / Y han brillado en el aire / Algunas motas de polvo / Y he salido a la ventana”. Presumo mucho de detestar la nostalgia (porque no quiero vivir entonces: quiero vivir ahora) pero aquel momento fue un viaje en el tiempo hacia muchos momentos bonitos. Recuerdo la primera vez que lo escuché, en el FIB del 2002, cocido como quién no, no les hice mucho caso entonces (no entendía una palabra de lo que decía aquel tío enjuto llamado Jota). Benicàssim fue nuestro Burning Man cuando no sabíamos que a veces hay que huir para encontrarse.

Super 8, debut de Los Planetas, celebra su 30 aniversario en Tomavistas 2024.Los Planetas

Supongo que hicimos muchas (pero muchas) cosas mal, pero una cosa sí hicimos bien aquella generación de adolescentes perdidos: mirar el mundo sin cinismo. Esperar de verdad (de corazón) un futuro más luminoso, creímos (de corazón) que las cosas podían ser diferentes. Nos equivocamos. Nos llamaron la Generación X, a medio camino entre “lo de antes” (nuestros padres: aquel modelo de entender la vida que ya no nos servía) y “lo que viene” (los millennials, nativos digitales, protagonistas de un mundo nuevo). Perdidos como siempre, éramos la bisagra, enamorados de las pelis de Billy Wilder pero también de Before Sunrise y Clerks. Creo que nunca dejaremos del todo atrás esa sensación pegajosa de estar a mitad de camino. ¿Pero a mitad de camino de qué?

Me chivan estos días que la trilogía de Linklater es hoy símbolo para los zetas, como supongo lo fue Casablanca para nuestros padres. A nosotros nos sirven las dos. Leo una pieza de Walter Lezcano en torno a Retromanía, aquel libro que diseccionaba nuestra obsesión por el tiempo pasado: “Vivimos en una era del pop que se ha vuelto loca por lo retro y fanática de la conmemoración, bandas que vuelven a juntarse y giras de reunión, álbumes tributo y cajas recopilatorias, festivales aniversario y conciertos en vivo de álbumes clásicos: cada año es mejor para consumir música del ayer. ¿Puede ser que el peligro más grande para el futuro de nuestra cultura sea… su pasado?”. Lo comento con el dire de esta revista, ¿es el pasado nuestra penitencia? Me contesta: “Hace un par de findes se celebró en Madrid una sesión homenaje al Elástico, la fiesta mítica que reventaba cada sábado de la sala Wind entre 2007 y 2010. El revival moló, pero ojo, tuvo su punto de patetismo inicial porque nos convocaron de 18h a 23h (el auténtico era de 1h a 6h) y claro, tremendo trago fue verlo convertido en un terrible (como odio la palabra) “tardeo”. Superado el susto inicial bailamos todas; nos las sabíamos todas. Y a las 23h, cuando nos echaron para dejar pasar a los Z, volvimos hacia los bares de siempre. A celebrar que mira qué bien, vuelven los 2000”.

Han pasado treinta años, David. Pero aquí seguimos. Sigo escuchando aquella canción: “Y he bajado en la moto / Hacia los bares de siempre / Donde quedaba contigo / Y no hacía nada de frío”. A lo mejor es verdad eso de que seguimos atascados en aquellos años, cuando todo era nuevo. Pero creo, de verdad, que no es la música lo que echamos de menos. Ni la música, ni las pelis, ni los conciertos, ni las primeras veces. Pero sí la mirada. Mirar el mundo con amargura es perder la partida. En realidad solo importa la ilusión.

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