Despropósitos: ¿qué es el amor?

El tercer episodio de ‘The Last of Us’ nos llevó a escribir “tienes que verlo” a personas que queremos. El amor llama al amor, lo tengo clarísimo. Hasta que se encendió la mecha del odio. 
La ventana... en el bello tercer capítulo de la serie The Last of Us
HBO Max

“Dos maricones barbudos”. Todavía resuenan en este folio a medio hacer las tres palabras de un lector pocos minutos después de compartir (sin más propósito que hacer más bonito el mundo) la emoción que se instaló en casa tras ver, llorando los dos de puro sentir, el tercer episodio de The Last of Us. Su título es Long long time, es obra de Craig Mazin y Neil Druckmann, lo dirige Peter Hoar y está protagonizado por Nick Offerman y Murray Bartlett. No vengo yo aquí a contar nada que tenga que ver con la serie, no va de eso este Despropósito, me gustó mucho cómo condensó Laura el argumento: “Es la respuesta a una pregunta sencilla: ¿Qué es el amor?”.

El ruido en torno al acontecimiento televisivo era abrumador, imposible no acercarse a él. En tan solo veinticuatro horas elevó a los altares la audiencia de HBO, hizo que medio planeta escuchase con un nudo en la garganta la melancólica pieza de country lento de Linda Ronstadt y a lo mejor lo más bonito de todo: nos llevó a escribir tienes que verlo a personas que queremos. El amor llama al amor, es que lo tengo clarísimo. Hasta que se encendió la mecha del odio.

Bill y Frank en The Last of Us.HBO Max

El mensaje de la media neurona de mi querido lector era, parece ser, tan solo la punta del iceberg, parece ser que el cenutrio se refería al primer (y único) encuentro sexual de los protagonistas: “Es que de verdad, no lo vi necesario, la escena en la cama es totalmente gratuita, en el videojuego no era así”. ¿Pero que me estás contando, tete? ¿Por qué no me escribiste cuando viste a Gal Gadot luciendo cacha en mitad del Apocalipsis? ¿Por qué no te molesta que el noventa por ciento de los planos de Margot Robbie en El lobo de Wall Street no tengan más sentido que ver a Margot Robbie en pelotas en El lobo de Wall Street?

“A ver, que yo homófobo no soy, pero tampoco homosexual (sic). ¿Cómo pretenden que conecte con dos maricones barbudos?” Quien lo dice, supongo, se emocionó hasta las trancas con la probabilísima historia de amor entre un montaraz y una elfa; y ya no digamos con esa obra maestra llamada Wally-E, muchísimo mas fácil conectar con ese cuento de hadas entre un cacharro que recoge basura y un iPad, dónde va a parar. La mecha prendió y el caldo ponzoñoso de intolerancia mutó en legión, cientos de miles de cenutrios aliándose para puntuar a la baja el episodio, odio sin bozal en las redes, antorchas tomando las calles de la sensibilidad. ¿Pero por qué os molesta tanto nuestro sentir? Nick Offerman (Bill en The Last of Us) dio con una de las claves respondiendo a un hater: “Amigo, tu forma de mostrar tu ignorancia y tu odio es, exactamente, la razón por la que hacemos historias como esta”.

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Long, long time, de Linda Ronstadt, da título (y sentido) al tercer episodio de The Last of Us.Capitol

Dejadme sumar otra clave en esta guerra sin banderas, un matiz tiene que ver con una certeza emocional a la que he llegado tardísimo en mi vida, pero he llegado. La resume mucho mejor que yo Paul Válery: “Todo lo que dices habla de ti: en especial cuando hablas de otro”. Es lo que no entienden estos cazurros. Cuando odias, te odias. Con el amor pasa igual. Por eso ni lo hueles. Por eso miras pero no ves, por eso escuchas ruido pero no música, por eso tus ojos ya sin brillo. Es como en aquel párrafo de Por quién doblan las campanas, “Nunca te engañes sobre el amor que sientas hacia alguien. Nunca lo habías sentido antes y ahora lo sientes. Lo que tienes con María, tanto si sólo dura hoy y parte de mañana como si dura una larga vida, es lo más importante que puede ocurrirle a un ser humano. Siempre habrá quien diga que no existe, porque no puede sentirlo. Pero yo te digo que existe, y que tú lo sientes, y que tienes suerte aun cuando murieras mañana”.

Esta sección, Despropósitos, nació para tratar de explicar cómo a veces los planes salen mal y precisamente por eso salen bien. Que no hay que quedarse con lo obvio. Que a veces —casi siempre— tras el cielo sombrío asoma un lucero de estrellas invisibles. Estamos vivos porque sentimos, porque lloramos, porque no nos cabe el corazón en el pecho. Es lo más importante que puede ocurrirle a un ser humano.

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