Síndrome de Stendhal: cuando la belleza te supera

Resulta que algo de ser tan hermoso puede provocarte malestar. ¿Suena imposible, verdad?
¿Has oído hablar del síndrome de Stendhal
Ali Nuredini / Unsplash

Estás frente a La adoración de los magos de Leonardo da Vinci, en los pasillos de la Galería de los Uffizi de Florencia. De repente, sin motivo aparente, comienzas a sentir que el estómago se encoge, que el corazón se acelera y que las rodillas no te sujetan. Resulta que algo de ser tan bello puede provocarte malestar. ¿Suena imposible, verdad? Pues esto es precisamente, a grandes rasgos, lo que define el síndrome de Stendhal.

Por poner primero en contexto, fue el escritor francés Henri Beyle, conocido por su seudónimo Stendhal, quien en el siglo XIX dejaba constancia en su libro Roma, Nápoles y Florencia que "saliendo de Santa Croce [La basílica de la Santa Cruz de Florencia], me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Decía justo antes: “Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados”.

Estas sensaciones descritas, muchos años más tarde, sirvieron a la psiquiatra italiana Graziella Magherini (1927-2023) para acuñar el Síndrome de Stendhal. Fue concretamente en 1977 cuando la italiana puso nombre a los extraños casos de turistas extranjeros que visitaban Florencia y sufrían episodios agudos de sufrimiento mental de forma repentina y de corta duración.

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Hoy el síndrome de Stendhal no se limita a la magnífica ciudad italiana, por supuesto, si no que también puede darse ante obras de arte, lugares privilegiados o recuerdos históricos. Al fin y al cabo, lo que supone es la exposición a la riqueza artística puede provocar un despertar demasiado intenso de nuestro interior.

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Echar una lagrimilla delante de una obra no es motivo de vergüenza, inevitablemente es normal sentir fuertes emociones ante la belleza, de cualquier índole. Sin embargo, el síndrome aglutina síntomas algo más puñeteros: desde la taquicardia, la sudoración o el agotamiento súbitos a la alteración del sentido de la realidad y de la identidad, turbaciones sensoriales o ya, en última instancia, hasta alucinaciones.

EL FACTOR DE SER VIAJERO PUEDE INFLUIR

El síndrome de Stendhal no está reconocido como trastorno ni incluido en las dos principales mecas del diagnóstico clínico (el DSM y el CIE). De hecho, un estudio publicado en la Rivista di Psichiatria concluía hace unos años de que no existe evidencia para considerar el Síndrome de Stendhal como un trastorno psicopatológico específico.

Esto es, que existe y se puede dar pero no es ni mucho menos una enfermedad. Lo que si pone sobre la mesa la ciencia es que las zonas cerebrales implicadas en las reacciones emocionales en general se activan durante la contemplación de obras artísticas, y la presencia de otros factores hace que uno tenga sensaciones muy intensas que, a priori, no encajan con el momento que se está viviendo. Emocionarse ante el arte y la belleza es normal y lo que puede ocurrir para que la emoción desborde y se dé el síndrome de Stendhal puede deberse a la propia magnitud de lo que en ese momento envuelve al individuo.

Para que nos entendamos, ante grandes escenarios o grandes obras, el propio escenario seguramente hace que sea más propicio el que el síndrome en cuestión tenga lugar. También el cansancio, la temperatura, la deshidratación, el hambre, etc. que pueden ser frecuentes en el turista y en el viajero, pueden acentuar esas sensaciones.

Y es que tiene mucho sentido tener en cuenta las circunstancias personales del viajero (horario, comidas...), que pueden afectar a nuestro organismo más de lo que pensamos. Aún así, ¡Ay, Florencia! Que bonita eres…

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