El viajazo (VII): un road trip a pueblos inventados

Los pueblos de colonización abundan en Andalucía, Extremadura y Aragón. Saldremos a buscarlos en este road trip, que puede ser muchos road trips y que es mitad discreto y mitad extravagante.
El viajazo los pueblos de colonización
Autor y fecha desconocidos © Archivo MAGRAMA

Este es un viaje en el que no hay hoteles con tres piscinas ni museos donde comprar la entrada online con dos meses de antelación. Este es el viajazo que hubiera sido imposible hace cien años. Este es un viaje para almas viajeras y, por tanto, desprejuiciadas. Si estás leyendo esto es porque tú lo eres.

Este es un viaje a un invento: los Pueblos de Colonización. Existen casi trescientos pueblos en España que el franquismo creó entre 1939 y 1971, es decir, durante toda la dictadura. El Instituto Nacional de Colonización, con este proyecto, cambió el paisaje del país. No fue una idea de Franco, de hecho, los antecedentes están en un programa de la II República que nunca se desarrolló, pero él la aprovechó a su favor con fines propagandísticos para lanzar una idea de progreso dentro y fuera de nuestras fronteras. Son lugares jóvenes con una historia llena de luces y sombras, en sentido real y figurado.

Iglesia de Villalba de Calatrava (Ciudad Real). Arquitecto: José Luis Fernández del Amo.

Fotografía de Joaquín del Palacio, Kindel, ca.1956.© Herederos de Joaquín del Palacio

Se construyeron desde cero en las cuencas fluviales de los ríos, porque la vida siempre está cerca del agua. El objetivo era crear nuevas zonas agrícolas donde antes no existía nada y el gobierno los pobló con miles de familias, colonos, para que trabajaran la tierra. Este experimento, que supuso una de las grandes migraciones españolas del siglo XX, contó con 80 arquitectos, que pensaron desde las puertas de las casas hasta el tamaño de las calles. Y lo hicieron con relativa libertad para la época en la que estaban. Los pueblos fueron un campo de juegos para arquitectos jóvenes. Una rareza. Hablamos de aldeas de vanguardia situadas en medio del campo proyectadas por figuras como Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales, Fernández Alba y Fernández del Amo, donde se cruzan la arquitectura vernácula y arquitectura moderna, de lugares insólitos y aquí ese adjetivo nos gusta mucho. Hablamos de lugares con un urbanismo amable, bien integrados en el entorno. La España Vacía está llena de ellos.

No son decorados de casas blancas y geométricas diseñados para saciar a arquifetichistas como yo o como, quizás, tú: en ellos hay vida, fiestas populares, bares con tapas. Allí siguen viviendo los colonos o sus herederos, quienes supieron construir una nueva vida en un lugar por estrenar. Puede que hayas pasado cerca de estos pueblos, quizás hayas parado en alguno de ellos a tomar un café. Yo los recuerdo de los viajes de mi infancia, cuando me extrañaba el orden la amplitud de sus calles. O a lo mejor los ha visto en las fotos históricas que tomó W. Eugene Smith en para Life en uno de ellos, Deleitosa. O has hecho la broma de que te recuerdan a “¿Quién puede matar a un niño?”. La próxima vez que veas uno, detente en él, sal del coche, busca la plaza, siéntate y observa las fuentes, las farolas, el mobiliario urbano. Pasea, habla con sus habitantes y piensa que hace un siglo ahí no había nada y te permitimos que caigas en el tópico de decir eso de “todo esto era campo”. Son pueblos que no tenían ni verbenas ni santos ni vírgenes. También hubo que inventarlos.

Juana Francés trabajando en el azud de San Isidro (Alicante), s/f.

Autor y fecha desconocidos.© IAACC Pablo Serrano

Todo esto lo cuenta mucho mejor que yo la exposición 'Pueblos de Colonización. Miradas a un paisaje inventado', que hasta el 12 de mayo se puede visitar en el Museo ICO, en Madrid. Sus comisarios, los arquitectos Ana Amado y Andrés Patiño Erín, recorrieron cuarenta y cinco de ellos y, como afirman: “Buscamos la arquitectura, nos encontramos con la gente”. Un pueblo sin ellas es una maqueta. Incluso vivieron una temporada en Vegaviana, Cáceres, proyectado en 1954 por Fernández del Amo y que está considerado una de las 17 obras maestras de la arquitectura española del siglo XX, según la Guía de Arquitectura de España 1920-2000 y es Bien de Interés Cultural (BIC). Su autor, que fue el primer director del Museo de Arte Contemporáneo, proyectó algunos pueblos interesantes como Miraelrío, Albatera, Villalba de Calatrava o el Realengo.

Que en esa España que solo miraba hacia adentro surgieran pueblos tan vanguardistas en su forma como estos fue una anomalía. Y aquí también nos gusta esa palabra. Esto ocurrió, según los comisarios porque los arquitectos, “que estaban al tanto de las corrientes de la época, como jóvenes que eran querían experimentar y hacer cosas nuevas. Estar en el entorno rural ayudaba”. Este despliegue no podría haber ocurrido en esa época en la ciudad, más expuesta. Por eso, y porque cada pueblo es diferente y moderno e interesante, tenemos que ir a conocerlos. Estos lugares, algunos muy pequeños y otros algo menos, concentran arquitectura, arte, urbanismo, economía e historias curiosas, como el hecho de que muchas artistas integraran su trabajo en ellos; hablamos de mujeres como Juana Francés, Delhy Tejero, Teresa Eguíbar, Jacqueline Canivet, Flora Macedonsky, Menchu Gal, Carmen Perujo e Isabel Villar.

Campanario de la iglesia de Llanos del Sotillo (Jaén). 2018. Arquitecto: José Antonio Corrales.

© Ana Amado y Andrés Patiño

Todo eso saldremos a buscar en este road trip, que puede ser muchos road trips y que es mitad discreto y mitad extravagante. Los pueblos de colonización salpican toda España y sobre todo abundan en comunidades como Andalucía, Extremadura y Aragón y para conocerlos no hay rutas obligatorias. Basta con agarrar la carretera, marcar en el mapa una zona y recorrerlos sin prisa. Es un viaje fácil, porque al estar en las cuencas de los ríos, en un fin de semana se pueden conocer varios. ¿Cuáles podemos visitar? Los comisarios nos recomienda, por supuesto, Vegaviana, “el buque insignia de la colonización”, Esquivel, Miraelrío, Gévora, El Priorato o Llanos del Sotillo y afirman que les han sorprendido los pueblos de Huesca, al no ser blancos, sino de piedra negra. Si vivimos en Madrid y queremos un viaje rápido basta con ir a Belvis de Jarama, que diseñó Fernández del Amo en 1951 y que permite atisbar cómo es la vida hoy en ellos. Sobre todo, animan a hablar con los colonos que, en muchos casos, abren las puertas de su casa. “Es una experiencia digna de ser vivida”. Y lanzamos un dato siempre importante: todos los pueblos tienen su bar.

Un road trip agradecido por estos pueblos puede centrarse en Extremadura, la comunidad que concentra un mayor número de ellos: sesenta y tres. Existe la ruta “Pueblos de luz” que propone siete itinerarios que permite conocer muchos de los cuarenta y dos de Badajoz y los veintiuno de Cáceres. No hay destinos obligatorios. O sí y Vegaviana debería ser uno de ellos. Allí no encontraremos hoteles, si acaso alguna casa de colono que se alquila por Airbnb, y solo hay un bar, pero no importa: cerca están el hotel Hábitat Cigüeña Negra y la casa rural A Velha Fábrica, que son dos lugares estupendos para descansar. Hay que tomarse el tiempo de leer sobre los pueblos que se visitan y las tierras que los rodean.

Conjunto de viviendas. Esquivel (Sevilla), ca. 1952.

Fotografía de Joaquín del Palacio, Kindel.© Herederos de Joaquín del Palacio

Podemos visitar también Entrerríos, de Alejandro de la Sota, que tiene un diseño de elipsis y una iglesia redonda. Y si vamos en verano, nos bañaremos en su playa natural. O Casar de Miajadas, que tiene forma de lazo. O podemos acudir al Embalse de Borbollón, donde llegan miles de grullas y se detienen un tiempo antes de continuar su viaje a África. O buscar el queso de Acehúche, tan apreciado y cargado de premios. También podemos hacer una parada en Zurbarán porque con ese nombre, cómo no hacerlo. En su iglesia veremos obras de arte de Mompó, uno de los grandes artistas de la posguerra.

Con la iglesia hemos topado. Detengámonos en las iglesias porque merecen, ellas solas, una ruta. Era un lugar obligatorio en los pueblos de colonización y en el que los arquitectos colaboraron con artistas, ceramistas y vidrieros como Manolo Millares, Canogar, Pablo Serrano y Arcadio Blasco. Algunas de las más conocidas son las de Valfonda de Santa Ana, en Huesca, diseñada por José Borobio, la de Llanos del Sotillo (atención a su campanario), en Jaén, de José Antonio Corrales o la de Gévora, en Badajoz, de Carlos Arniches o Villalba de Calatrava, en Ciudad Real, con un viacrucis de Pablo Serrano y un mosaico de Mompó en la fachada. En la de San Isidro, en Alicante las vidrieras, el mural, la arquitectura y la escultura se funden. Merece la pena ir a verla y ya que hace buen tiempo, podemos aprovechar para acercarnos a tocar el Mediterráneo.

Vía Crucis de Pablo Serrano. Iglesia de Villalba de Calatrava (Ciudad Real). 2016.

© Ana Amado y Andrés Patiño

Ver fotos: la España más vacía y bonita

Viajar a lugares inventados puede resultar adictivo. En Italia existe una serie de ellos que fueron también proyectos del gobierno de Mussolini con un objetivo propagandístico similar al de nuestros pueblos de colonización, pero urbano en lugar de rural. Anotemos estos nombres para una posible ruta: Hermada, Montenero y Vodice, que se diseñaron con estilo racionalista. Y si podemos llamar ciudad inventada a una ciudad planificada tendremos que hacer la maleta, mirar si el pasaporte está vigente y volar a Chandigarh, que para eso la diseñó Le Corbusier.

Hoy, los pueblos de colonización siguen vivos. Nos esperan “estos entes terminados, completos, perfectos y ordenados”, como los comisarios de la exposición del Museo ICO los definen. No son parques temáticos que necesiten nuestras fotos. Son lugares que hay que visitar sin apabullar y con los ojos, oídos y piel abiertos, como habría que viajar siempre. Los comisarios creen que sería positivo que fueran visitados y piensan que “un turismo responsable y bien entendido, como debería ser siempre el rural y el cultural, ayudaría a la difusión. Todo lo que se conoce y se quiere se respeta más.” Repetimos: todo lo que se conoce y se quiere se respeta más.

Concurso de pesca familiar. Vegaviana (Cáceres). 2022

© Ana Amado/ Andrés Patiño

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