Carta de amor a los viajes de 2023

A veces hablamos de “volver a viajar como en tiempos pre-pandemia”, pero no: esto queremos que signifique viajar en 2023. 
Escapadas romnticas. The White Lotus 2 HBO Max
Fabio Lovino / HBO Max

La última Nochevieja un vecino encendió un farolillo tailandés (o krathong) que flotó por toda toda la ciudad. La gente se asomaba a los balcones para señalar la llamita naranja que parecía marcar el fin de la oscuridad, ser el preámbulo de una larga lista de deseos viajeros que este año podrían cumplirse. Ganas de flotar y navegar lejos del puerto seguro, ¿también os pasa a vosotros?

Sí, quizás estemos en el mejor tiempo para despegar, porque nuestros anhelos están renovados, hinchados de esperanza y experiencias pendientes, por mucho que alguien se empeñe en cambiar el horóscopo o la humanidad se enfrente cada segundo a nuevas amenazas.

También planean rutas en mercados extranjeros.Getty Images

Y es que durante casi tres años el mundo nos ha parecido un lugar más contenido e inaccesible, incluso salvaje, precisamente porque no teníamos la posibilidad de explorarlo. Pero mientras, hemos tenido mucho tiempo de soñar y planear. Y con suerte, esta vez viajaremos mejor. 

Y VIAJARTE, 2023

Recuerdo una noche pandémica en la que llené mi habitación de plantas tropicales y guirnaldas de luces. Era mi forma desesperada de recrear algún trópico lejano. Hoy nos resultan curiosas aquellas formas de reinventar nuestras ansias de viajar por el mundo: cocinábamos platos exóticos como el kurkure bhel y ese pueblo de Segovia nos parecía suficiente. Se nos olvidó lo que era hacer una escala durante un vuelo largo y solíamos comprobar con lupa las tasas de cancelación por si el día de antes aparecían dos rayitas en un test. Pero ahora, cuando volvemos a rememorar con cierta apatía esos momentos, la perspectiva cambia. Lo que entonces eran impedimentos hoy nos parecen ensayos de los viajes que están por venir.  

Porque tenías ganas de trasladar todas esas tardes de cinquillo y mistela en familia a los casinos de Las Vegas y los bailes caseros al dancefloor de Mikonos. O realizar por fin el viaje con tu nieta del que tanto hablábais por Meets. “Tenemos algo pendiente”, te dice un amigo el sábado de vermut. Y vuelves a hacer el backpack con el gusanillo en el estómago de lanzarte a un mundo que parece más vivo, con los brazos abiertos, como un folio en blanco.

Las noches a la fresca, patrimonio de nuestros veranos. Photo by Vlad Sargu on Unsplash

Estamos listos para volver a fundirnos con una selva donde crecen enormes lotos, nadar desnudos en un río de Tahití y posar una vela púrpura en el río Thu Bon a su paso por Hoi An. Realizar una ruta por cenotes perdidos, o ascender hasta un templo en lo alto de una montaña de Sri Lanka al que van a morir las mariposas. Sentir esa ilusión, ser geiser, y pez loro, comer sándwich de alga cochayuyo en Chile, tumbarse en soledad bajo la luna de la Pampa mientras a lo lejos gritan los avestruces. Queremos todo eso, pero esta vez queremos hacerlo bien. 

LAS CÁLIDAS PLAYAS DE LA ANTÁRTIDA

La gente habla de pre-COVID, de 2019, pero me gusta pensar que ahora es distinto, que algo hemos aprendido. Los motivos los sentimos desde hace años: la propia pandemia pero también la manga corta en diciembre y los almendros que florecen seis meses antes, tan confundidos. No quisiera que encontraran la Mezquita de Córdoba bajo las dunas como una suerte de nuevo Charlton Heston, ni que alguien tenga una luna de miel en 2100 en las cálidas playas de la Antártida. O peor, lejanos exploradores del planeta Marte pisando la Tierra en busca del mar y que solo vuelvan con una caracola porque no encontraron nada más.

Un pingüino en la Antártida.Diego Martínez

Hemos interiorizado que es mejor viajar en tren y, si lo haces en avión, existen muchas formas de ahorrar energía. Buscar vida más allá de los puentes de Venecia, los monasterios de Petra y otros destinos que no deberías visitar. La Tierra nos pertenece, hemos tardado en darnos cuenta, pero aún no es tarde. Ahora sabes que es mejor pararse más veces en el camino y visitar playas cuyo nombre no siempre desvelaremos en Instagram.

Estamos en el momento de volver a viajar a lo grande, pero también a tiempo de dejar una huella de la que brote un platanar, mirar con nuevos ojos cada entorno, aplicar lo aprendido. Volver a flotar como ese farolillo tailandés cargado de deseos viajeros que se expandirán por el mundo para, esta vez, hacerlo florecer.

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