Subida de la calzada ‘romana’ del Puerto del Pico, en Gredos

Recorremos la calzada que une el pueblo de Cuevas del Valle con el Puerto del Pico.
Calzada del Puerto del Pico.
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La calzada del Puerto del Pico se usa desde hace siglos para unir las dos submesetas de la Península Ibérica. Un paso ancestral para cruzar de la cara sur a la cara norte de la Sierra de Gredos, conocido comúnmente como la ‘calzada romana’. Aunque el hecho de que la construyesen los romanos es bastante discutido. Parece probable que ya fuese transitada por los vettones, pobladores prerromanos del centro peninsular. 

En cualquier caso, conoció su máximo esplendor cuando empezó a usarse como Cañada Real para el paso trashumante de los ganados de la Mesta. Aún se sigue utilizando para este fin, aunque en mucha menor medida, para llevar unas 40.000 reses de Extremadura a Ávila a finales de cada primavera. Se tardan unas dos semanas en recorrer los casi 300 kilómetros de distancia, lo que explica que solo el 25-30% de las reses lo hagan caminando. El resto retorna en camiones cuando, en noviembre, se regresa en sentido inverso para pasar el invierno en tierras más cálidas.

Lo más habitual es subir la calzada caminando.

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Asimismo se usa a menudo con fines recreativos, en el tramo que discurre entre el pueblo de Cuevas del Valle (Ávila) y el Puerto del Pico (restaurado recientemente, según el cartel explicativo que hay a su inicio). Cada mes de agosto se sube corriendo en una carrera popular que ya lleva quince ediciones. Incluso algún motivado, con las ruedas (y piernas) adecuadas, la recorre en bicicleta. Pero lo más habitual es subirla caminando, como es nuestro caso. 

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Tiene una distancia de unos cuatro kilómetros y un desnivel de 535 metros. Se suele tardar una hora y media en subir, y una hora en bajar (dependiendo obviamente de nuestro ritmo). Apenas habrá sombra ni fuentes por el camino, así que ya sabemos: gorra, protección solar, cantimplora y calzado adecuado.

PARA LLEGAR, SEGUIR EL EMPEDRADO

Para enfilarla subimos por la balconada calle de Santa María hasta la ermita de Nuestra Señora de las Angustias (1637), donde encontraremos inequivocablemente su inicio. Veremos que forma parte de la etapa 12 del GR 293 (marcado como siempre en líneas blanca y roja). También de la etapa 2 de la Ruta del Confesor (camino teresiano que une Arenas de San Pedro con Ávila, indicada con flechas rojas y tres puntos). Pero no tiene pérdida ninguna: basta con seguir el empedrado.

Sigue el empedrado.

Jesús Casañas

Nada más empezarla, a la derecha, veremos la ermita de San Antonio (donde se alberga a San Antón, patrón de los animales). Es posible que se levantase a raíz del Cordel, ramal de la Cañada Real Leonesa Occidental, para que pudiesen parar a rezar los pastores, dando así pie al origen del asentamiento de Cuevas del Valle. Cuentan las malas lenguas que antiguamente los “covacheros” robaban algunas de las ovejas de la trashumancia enganchándolas con algún artefacto, quedándose con el apodo popular de “los del gancho”.

Justo detrás de la ermita está el rollo jurisdiccional, columna de piedra alzada cuando el pueblo adquirió el rango de villa por parte de Carlos II, alcanzando su autonomía en 1695. Se colocaron en sustitución de las picotas (construidas en madera), lugar donde se ajusticiaba y exhibía a los reos como método de escarmiento.

Poco después de dejar atrás las últimas casas, junto a Los Corrales, cruzamos por primera vez la carretera N-502 (la que tomaríamos si fuésemos en coche). A partir de aquí comenzamos un tramo donde estaremos en todo momento rodeados de pinos. Iremos también viendo pequeños monolitos de piedra marcando el kilometraje, así como otros más altos con los que indicar el camino en días nevados. 

Calzada del Puerto del Pico.

Jesús Casañas

Al llegar a una curva que tuerce a nuestra izquierda hacia arriba, veremos a la derecha el lugar donde nuestro camino conecta con la Ruta del Sidrillo, que nos bajaría por otro recorrido al pueblo vecino de Villarejo del Valle, y que supone una posible variante a nuestro regreso (está indicado con un cartel). En su día esta ruta estaba frecuentada por arrieros, que subían con sus carros vino, aceite y fruta.

Seguimos subiendo, y poco después de cruzar uno de los puentes que salvan el agua de las chorreras más nutridas, volveremos a cruzar la carretera: estamos a mitad de camino. A partir de este punto se acaba el pinar, siendo sustituido por enebros y piornal. Se notará en un cambio en la temperatura: aquí ya no habrá nada que nos proteja del frío aire del puerto. En compensación, tendremos una pequeña tregua a la pronunciada pendiente que hemos dejado atrás antes de emprender el ascenso final. 

También será muy probable que nos topemos con algún rebaño de cabra montés. Están bastante acostumbradas a la presencia humana y puede que ni se inmuten, pero tal y como nos recuerdan los carteles, está prohibido espantarlas. Las vistas aquí ya son espectaculares, con las cumbres de Gredos por encima y el dibujo del zigzag que hemos subido por debajo, con el barranco de las Cinco Villas extendiéndose a nuestros pies.

Prohibido espantar.

Jesús Casañas

No tardaremos en llegar a ver las ruinas del portazo, el lugar donde se cobraba a los usuarios de la calzada un antiguo impuesto indirecto aplicado a los animales a partir del siglo XIII. Ya estamos llegando. Tras pasar un par de cruces clavadas en las rocas (una pequeña, en recuerdo de un motorista fallecido, y otra de mayor envergadura) habremos llegado a nuestro destino: el Puerto del Pico. Lugar frecuentado por senderistas, montañeros, escaladores, moteros, micólogos y, en general, amantes de la naturaleza.

A nuestra izquierda sale la ruta de La Rubía, que nos llevaría hasta el Puerto de la Centenera. A la derecha, la que sube hasta el Torozo, la cima sobre el enorme y famoso macizo de piedra. Si queremos seguir andando, son numerosas las alternativas. Nosotros no obstante optamos por sentarnos a descansar y tomar un tentempié disfrutando de las increíbles vistas que tenemos delante nuestra antes de emprender la bajada, en la que iremos mucho más ligeros. 

Una de las cruces del camino.

Jesús Casañas

Lo hacemos cerca del lugar donde se alzaba el monumento franquista a los caídos del bando nacional en la Guerra Civil. Tras años y años de vecinos y asociaciones por la Memoria Histórica reclamando su demolición, apareció derruido el 28 de diciembre de 2021. La versión oficial dice que se cayó de viejo por las inclemencias meteorológicas, pero el hecho de lo hiciese el día de los Santos Inocentes ha dado pie a todo tipo de teorías. 

Pero si lo que queremos es darnos un homenaje por lo bien que lo hemos hecho, basta con cruzar la carretera y meternos en La Parada del Arriero. Este restaurante ofrece una suculenta variedad de platos en un lugar bastante privilegiado, donde comeremos disfrutando de las vistas de la sierra. Desde menú del día entre diario (salvo los miércoles, su día de descanso) hasta platos a la carta, con recetas típicas, asados, raciones y diversas opciones vegetarianas. Para todos los gustos y bolsillos.

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