Rincones sorprendentes para descubrir Sicilia

Un poco de ayuda de expertos de la zona ayuda a desvelar los secretos de esta isla histórica.
Palermo.
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En el casco antiguo de Palermo, al girar la esquina de una callejuela cualquiera, aparentemente sin nada de interés, se encuentra el Palazzo Valguarnera Gangi. Este edificio señorial de 300 años aparece como de la nada, y ni siquiera su fachada clásica prepara para sus elaborados interiores barrocos, cargados de dorado y con majestuosas lámparas de araña de cientos de años de antigüedad.

Los espejos de las paredes y techos, las pesadas cortinas de terciopelo y la opulencia generalizada de la Galleria degli Specchi hacen pensar, de forma totalmente merecida, en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles. Y lo más curioso de todo es que es fácil perderse esta llamativa visita si no sabes dónde buscar.

Ver fotos: 10 razones para enamorarte de Sicilia

Como ocurre con tantos otros rincones ocultos de esta isla llena de historias, cada cual más fascinante, tiene una discreción propia de un lugar por el que han pasado milenios de conquistas y escándalos. Descubrir Sicilia de verdad es tarea para expertos.

Cúpula de la iglesia del Carmine Maggiore.

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Cerca del Mercato di Ballarò, en Palermo.

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En los edificios de Palermo aún se aprecian las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial, pero tras sus puertas hay palacios que siguen perteneciendo a descendientes de la Casa de Borbón, que reinó allí durante medio siglo. Bajo la ciudad se extiende una red de túneles que ha servido tanto como cobijo para los pecados de monjes y monjas desobedientes como para las rutas de huída de los Beati Paoli, una secta secreta precursora de la Mafia.

Es, en general, una ciudad astuta que no es fácil de conocer en profundidad sin buenos conocimientos de callejeo. Pero, por fortuna, para eso está gente como Marcella Amato, una ingeniosa palermitana cargada de leyendas urbanas y conocimientos varios. Es gracias a su contacto con la princesa que vive en el Palazzo Valguarnera Gangi que conseguimos el tour por sus fastuosas salas.

Aunque se organizan ciertos eventos exclusivos en su interior, el palacio sigue siendo principalmente una residencia privada. Son este tipo de cosas las que dan una auténtica sensación de redescubrimiento.

Antes de ser la capital de Sicilia, Palermo tuvo una historia de conquista y lucha de poder entre fenicios, griegos, árabes, vándalos, normandos y españoles. Después, tras la unificación italiana del siglo XIX, fue una encrucijada entre Túnez y la isla más grande del Mediterráneo, más cercana a la ciudad africana que a Roma.

Por ella han pasado culturas europeas, orientales y africanas, que han influido en cada uno de los elementos que la conforman, desde su gastronomía hasta su arquitectura, pasando por su dialecto. Es una primera parada perfecta, la puerta de entrada a la Sicilia occidental.

El día siguiente empieza temprano con un paseo por la carretera costera hacia la ciudad de Trapani. Los edificios industriales de las afueras de Palermo van dando paso a vistas de colina y de costa a medida que nos alejamos hacia el oeste. El sol suave de mediodía de este septiembre tan fresco debe ser un alivio tras el largo y caluroso verano.

Es un día estupendo para ver las salinas de Trapani, de origen fenicio y de unos 2700 años de antigüedad. Al entornar un poco los ojos se llegan a apreciar las siluetas de dos de las islas Egadas, Favignana y Levanzo, cercanas a la costa oeste siciliana, apenas una sombra entre la intensa luz mediterránea reflejada en el mar.

Las salinas se ven desde la carretera, pero lo que sería solo un breve vistazo de unos lagos azules y rosados junto al mar es muy distinto en un tour completo. La experiencia es única, una ventana a la recogida artesanal de sal, que aquí toma forma de coreografía. Un montón de hombres se mueven ordenadamente mientras echan paladas de sal en carretillas, a pecho descubierto y en pantalón corto y botas de agua.

Después empujan estos montones sobre un suelo irregular, cubierto por una fina capa de agua con un reflejo tan nítido que parece hielo, hasta las grandes pilas que aguardan al borde de las parcelas. Estos trabajadores, que tienen la piel como el cuero y rostros endurecidos por el sol, seguramente sean los últimos que trabajen de esta forma. Estas salinas ya no son un lugar especialmente atractivo al que acudir a buscar empleo.

La visita a las salinas es un recorrido por una práctica de cientos de años de historia, cercana a la desaparición debido a los avances tecnológicos y a la mayor cantidad de oportunidades en otros sectores.

Reserva natural Saline dello Stagnone, cerca de Marsala y Trapani.

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Pasamos la mañana del tercer día en coche junto a exuberantes campos de hierba alta, un verde que se extiende hasta donde alcanza la vista y se mece suavemente con el viento. Estamos de camino al este de Sicilia, y la carretera está totalmente vacía, como unos Campos Elíseos mitológicos. En abril y mayo, estos paisajes están cubiertos de flores silvestres.

Hacemos la primera parada en un lugar fascinante: el Gran Cretto de Alberto Burri, en Gibellina, un proyecto artístico ambiental creado para recuperar un pueblo destruido por un terremoto. Desde allí seguimos hacia el sur y hacemos una visita breve al encantador pueblo marítimo de Sciacca y, por último, seguimos la costa hacia la famosa Scala dei Turchi, donde paramos a admirar las vistas desde esta maravilla natural cuyos acantilados blancos parecen fluir hacia el mar.

Favignana, una de las islas Egadas.

Enrico Pescantini / 500px

Comerciante colocando pescado en un puesto del mercado.

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Todo esto supone muchas horas de coche. No queda mucho más remedio, ya que el proyecto para instalar una línea ferroviaria de alta velocidad, que cambiaría por completo el turismo en la isla, aún no ha tomado forma. Pero estas horas son tiempo para hablar, y temas hay de sobra. Peppe, guía y conductor en toda esta parte del viaje, es de Agrigento, y cuenta toda clase de historias, desde mitos sobre los vientos que llegan del sur hasta la ayuda humanitaria que prestó Sicilia durante la crisis migratoria.

Tiene datos curiosos también sobre los tiempos de la Mafia y los fuertes lazos entre Sicilia y Estados Unidos en esa época. Señala el lugar, cercano a Palermo, en el que explotó la bomba que acabó con la vida del juez Falcone en los 90, cuyos esfuerzos contra la Mafia y cuyo asesinato fueron un punto de inflexión en la lucha contra el crimen organizado. Al preguntarle si los sicilianos prefieren no tratar este tema con desconocidos, contesta: “No hablar de ello no sería justo para las personas que dieron la vida por cambiarlo”.

El Valle de los Templos se encuentra sobre una colina, una vista despejada y espectacular que lleva 2500 años dando la bienvenida a Agrigento. Todas las personas que se han acercado a la ciudad en ese tiempo, desde guerreros a caballo hasta periodistas en coche, han podido contemplar los siete templos dóricos construidos por los antiguos griegos. Aunque ahora la entrada al valle está restringida, hace unos años estos monumentos eran un elemento más de la vida cotidiana.

En el extremo sureste del valle se encuentra el Templo de Hera. Siguiendo el camino, se puede pasar por delante del Santuario de Deméter, del Templo de Hefesto y del de Heracles. Los griegos eligieron este lugar por su lecho de roca firme, que podía soportar el peso de estas colosales moradas de los dioses. Pero no solo es la cultura griega la que ha dejado su huella aquí, y Agrigento también tiene una fuerte influencia árabe. Sicilia siempre ha sido, mucho antes de que se acuñara el término, un crisol de culturas.

El Templo de la Concordia es el monumento mejor conservado y más imponente del valle. Llegamos justo en el momento en que el atardecer tiñe el cielo de un rosa brillante que hace que el templo brille con tonos sobrenaturales. Son estos instantes mágicos los que permiten apreciar de verdad la antigüedad y el poder de nuestro mundo.

Capo Bianco, cerca de Argrigento, Sicilia.

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Templo de la Concordia en el Valle de los Templos, cerca de Agrigento.

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En Ortigia, una isla mediterránea que contiene el casco antiguo de la ciudad de Siracusa, vive uno de los últimos artesanos de los pupi de Sicilia, unos títeres utilizados en las representaciones teatrales conocidas como Opera dei Pupi que se popularizaron en la isla durante el siglo XIX y que son patrimonio cultural protegido por la UNESCO

A una hora de coche hacia el sur se encuentra el precioso pueblo barroco de Noto. Sus calles son encantadoras al anochecer, con el evocador brillo ambarino de sus farolas que envuelve la catedral del siglo XVIII en un aura de ensueño.

Más o menos a la misma distancia hacia el oeste está Módica, donde la influencia del Imperio español se aprecia en la tradición chocolatera, que emplea técnicas aztecas que se importaron hace unos 400 años. En la capital de la misma provincia, Ragusa, está el estudio de Maria Guastella, una de las últimas personas dedicadas al bordado siciliano artesanal.

Está bastante escondido, en un desvío desde la carretera principal a unos diez minutos de la ciudad, con un cartel tan discreto que pasa desapercibido a cualquiera que no sepa dónde buscar, pero Maria recibe visitas encantada, y explica la complejidad y minuciosidad de su trabajo. El sfilato siciliano es una técnica de bordado muy delicada que ella maneja con la destreza de una persona de la mitad de su edad, pese a que sus manos acusan el paso de los años. Entre las piezas que vende hay marcapáginas y salvamanteles preciosos, demasiado tentadores como para no llevarse unos cuantos a casa.

Desde la plaza principal de Ragusa, bajando hacia el casco antiguo, conocido como Ragusa Ibla, por calles adoquinadas y entre catedrales antiguas y regias, se llega a la puerta de otro lugar muy especial de esta localidad histórica. Un cartel de madera reza “Rosso Cinabro”, señalando el último taller de carretieri sicilianos, fabricantes artesanales de carros de madera de colores vivos.

El interior de este local es como una dimensión diferente, y al cruzar el umbral da la sensación de haber retrocedido en el tiempo un par de siglos. La madera se talla a mano y los carros, que poblaban las calles de la ciudad hasta bien entrados los años 50, se pintan uno a uno con decoraciones tan únicas e identificables como huellas dactilares, en tonos rojos, amarillos y azules.

Ragusa Ibla al atardecer.

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Plato de pescado a la parrilla en el restaurante Anciovi, en el hotel Four Seasons San Domenico Palace, Taormina.

Four Seasons Taormina

Una de las últimas paradas es Taormina, una localidad de la costa este de Sicilia. La ciudad está silenciosa al amanecer, aunque unos cuantos pescadores ya han salido con sus barcas a las aguas apacibles y transparentes como una lámina de cristal.

Cuando el cielo está despejado, desde aquí se ve el Etna, el volcán activo que podría arrasar gran parte de los monumentos de la antigüedad de esta zona en cuestión de minutos. Puede que sea por la gracia de todos los dioses que se han venerado en esta isla a lo largo de los siglos, pero las erupciones del Etna se han limitado casi siempre a la ladera del propio volcán. 

Además, los siglos de flujo de lava por estas tierras han tenido un curioso efecto: los suelos aluviales y ricos en minerales que han llamado la atención de los vinicultores más importantes de Italia en los últimos 20 años. Los viñedos de Casa Cottanera, que se extienden por las faldas del volcán, incluso cuentan con su propia sala para catas, una estructura moderna de madera y cristal en la que se puede disfrutar de un vino de nerello mascalese desde cómodos sofás de cuero. Es una forma muy diferente de descubrir Sicilia, una cara nueva que marca el comienzo de una nueva era.

Pero el cambio no tiene por qué significar el fin de lo tradicional. En los acantilados al norte del Etna, como una cabra que se aferra a la ladera de la montaña, resiste el deteriorado pueblo de Motta Camastra, pese a que la migración hacia la ciudad y la crisis económica le han pasado factura. Un grupo de mujeres del pueblo ha decidido tomar cartas en el asunto y está realizando labores de conservación por su cuenta.

Para atraer a la gente de nuevo y generar empleo, Mariangela Curro y sus compañeras han lanzado la iniciativa Le Mamme del Borgo, un movimiento gastronómico centrado en la comida artesanal y local que tiene como propósito ayudar al pueblo a mantenerse mediante su propia agricultura mientras atrae las visitas con su excelente cocina tradicional. Mariangela habla con orgullo y alegría del proyecto mientras enseña el museo local, en el que se pueden ver prensas de aceite antiguas, y la plaza, desde la que se ve todo el valle y el Etna.

Subimos por un camino hasta la cocina de las Mammas, en la que preparan su comida típica siciliana con sus mandiles y vestidos de andar por casa. Están friendo arancini, montando berenjenas a la parmesana y rellenando con ricotta hojaldres con forma de media luna para la habitual comida de final de tour. Así es como las Mammas atraen turismo, llenando la mesa que tienen delante de la cocina de deliciosos platos típicos sicilianos que disfrutar a la sombra del toldo en un patio cubierto de hiedra.

Esta experiencia, que aúna sostenibilidad, conversaciones con gente del lugar y comida increíble, bien merece organizar un viaje a caso hecho. Mientras sirve su pasta alla Norma y guisos de verduras, Mariangela explica que su misión no es luchar contra el cambio, pero tampoco descartar todo lo anterior para empezar algo nuevo desde cero.

Es aprovechar los nuevos tiempos para conservar las tradiciones; una tarea que, si se hace con mimo y conociendo el entorno, puede dar mucha vida a Motta Camastra. Y Sicilia, un ejemplo de resiliencia y evolución donde los haya, un lugar único que ha heredado, cultivado, acogido y conservado tantas influencias a lo largo de su historia, es el lugar idóneo para obrar esta magia.

El Etna y el mar Jónico vistos desde Taormina.

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Mariangela retira los platos después de comer y ofrece café. Aún falta la vuelta a Taormina y habría que irse moviendo, pero la tentación de sobremesa es poderosa. Bajo el toldo, con la compañía de estas mujeres extraordinarias, junto a un valle con una historia milenaria, el tiempo parece transcurrir de otra manera y las prisas pierden el sentido. Estos momentos irrepetibles siempre merecen un ratito más.

Mejores momentos

Día 1: El mercado del Capo no es tan conocido como otros de Palermo, pero un paseo por allí a mediodía trae alegrías como un plato enorme de anelletti al forno en un puestecito, acompañado de un tercio de Menabrea.

Día 3: Tras la visita a las salinas de Trapani, subimos la ladera que lleva hasta el pueblo medieval de Erice. Aquí se encuentra un comercio de fama internacional: la pasticceria di Maria Grammatico, que dio a conocer los dulces típicos de Sicilia gracias a sus envíos por todo el mundo. No solo nos atendió Maria Grammatico en persona, sino que nos dio un ejemplar de Mandorle amare, el libro que entremezcla la historia de su vida con las recetas de sus dulces.

Día 4: Los involtini de berenjena que cenamos en la terraza del restaurante del Villa Athena, con vistas al Valle de los Templos iluminado. Aunque no es que faltaran manjares en esta zona, el resort ecológico Fontes Episcopi también sirve unos platos espectaculares elaborados con ingredientes cultivados de forma sostenible en su propia granja.

Día 5: El mercado de pescado de Catania es un lugar muy animado que merece la pena visitar si no te importa pisar tripas de atún. Hay bares de vinos tan agradables como sofisticados y pequeños restaurantes para comer al lado de los puestos. ¡No te lleves calzado blanco!

Día 6: El paseo sobre lava solidificada junto al Etna para ir abriendo boca para la cata de vinos de la tarde.

Restaurante Florio en el hotel Villa Igiea, Palermo.

Villa Igiea

La piscina del Villa Igiea.

Villa Igiea

Alojamiento

Hay lugares por toda la isla en los que descansar con todas las comodidades. En Palermo, está el Villa Igiea, el nuevo hotel de Rocco Forte. Es un resort de principios de siglo que, tras una importante reforma, ofrece toda clase de experiencias desde su privilegiada ubicación junto al mar.

En Agrigento está el hotel ecológico Fontes Episcopi, con sus árboles frutales y su impecable cocina junto a la granja sostenible, donde se hacen todas las comidas. En Noto está el Seven Rooms, un antiguo palacio que ocupa un lugar discreto y perfecto muy cerca de una de las calles principales.

Taormina lleva más tiempo siendo destino turístico y cuenta con los mejores hoteles de la isla, entre ellos el Belmond Villa Sant’Andrea, que tiene habitaciones con vistas al mar, y el San Domenico Palace, en el centro.

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