Bar Marsella: un superviviente de otra época en Barcelona

Punto de encuentro de intelectuales, artistas, obreros y sindicalistas, desde 1820 el bar Marsella es un lugar auténtico y bohemio vinculado al licor de absenta.
Espejo del histórico bar Marsella en Barcelona.
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Es el bar Marsella, en Barcelona, todo un símbolo de resistencia. Fue fundado en 1820 y sigue abierto al público. Punto de encuentro de intelectuales, artistas, obreros y sindicalistas. Hoy sigue siendo un lugar auténtico y bohemio vinculado al licor de absenta.

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«La gente vuelve al Marsella porque es de los pocos bares en Barcelona que refleja una historia», nos cuenta Josep Lamiel, el propietario.

Y es que el Marsella refleja una historia sobre el mundo bohemio e intelectual de la Barcelona de 1900, una historia sobre artistas y escritores buscando inspiración, una historia sobre políticos y sindicalistas anhelando cambios.

El Marsella está ubicado en el cruce de las calles Sant Ramón y Sant Pau en el Raval. El hecho de estar enclavado aquí le da un encanto particular.

Durante décadas, las calles del Raval o Barrio Chino ‒como era llamado antes‒ estuvieron marcadas por la violencia, el tráfico de drogas y la prostitución. El espíritu bohemio del Marsella se fue formando en ese escenario sombrío y lumpen del Barrio Chino de finales del siglo XIX.

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Paco Villar, periodista y escritor especializado en la ciudad de Barcelona, señala que no existe mucha documentación histórica sobre el bar. No hay registros escritos o crónicas que hablen directamente del lugar, sólo algunas fotografías y muchos «dicen».

En efecto, se han encontrado algunas fotos de 1930 de la fachada del bar Marsella de Barcelona, pero hay muy pocas crónicas. Es decir, la historia del Marsella se ha construido, en gran parte, gracias a los registros orales y fotográficos que han ido circulando a lo largo de los años.

UN VIAJE EN EL TIEMPO

Al ingresar al bar uno se traslada a otro tiempo: el techo descascarado, como a punto de venirse abajo, contrasta con las señoriales lámparas colgantes.

Botellas de licor del siglo pasado, llenas de polvo y de telarañas, se exhiben en viejos estantes de madera. Hay olor a humedad, los espejos gastados reflejan las caras de asombro de los visitantes. El mosaico del suelo y el mármol de las mesas resisten el paso del tiempo.

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Todo esto crea una atmósfera de atractiva y hermosa decadencia. Esa es la magia del Marsella, estar ahí es viajar en el tiempo.

Los carteles originales del salón, que siguen expuestos, le dan mucha personalidad al lugar.

Prohibido estacionarse en las mesas, dice uno de ellos, aludiendo a la recomendación de no formar grupos numerosos ya que se consideraba que una reunión de más de tres personas era políticamente peligrosa.

LUGAR DE TERTULIA

Durante muchos años, el Marsella reunió a un público muy variado. Fue un lugar de discusión política de anarquistas y sindicalistas, se dice incluso que fue el epicentro de reuniones clandestinas durante el franquismo.

Fue también un punto de encuentro de pintores y dibujantes que llegaban en busca de inspiración para sus obras. Cuentan que Picasso y Dalí solían pasar por estas mesas, aunque hasta el momento no hay documentación escrita ni fotográfica de esas ilustres visitas.

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El Marsella encarnó también un espacio de tertulia e intercambio de ideas de intelectuales y escritores, así como un lugar donde obreros y trabajadores del barrio se reunían a jugar dominó. 

«Los intelectuales que venían aquí no eran los intelectuales burgueses, sino los que estaban más a nivel del pueblo, eran a los que les gustaba beber absenta y mezclarse con la gente del barrio, tanto portuarios como trabajadores», señala Josep.

Y eso era, precisamente, lo que tenían en común todos esos visitantes: el gusto por la absenta.

EL HADA VERDE

La absenta es un licor aromático de altísima graduación alcohólica ‒alrededor de 70%‒. Está elaborada a base de hierbas como el ajenjo, hinojo y anís. De sabor amargo y color verde radiante, la absenta fue la bebida estrella de la bohemia francesa.

Los poetas parisinos la llamaban «el hada verde» debido a sus supuestos efectos alucinógenos. En el bar Marsella se sirve desde hace más de cien años siguiendo con la tradición de antaño.

Josep nos cuenta que solo usan absenta catalana preparada especialmente para el bar. La diferencia es que ésta es de cuerpo más ligero, de tonos amarillentos y lleva regaliz.

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La preparación y degustación es todo un ritual: la copa de absenta viene acompañada de un pequeño tenedor de alpaca, dos terroncitos de azúcar y una botella de agua. Hay que colocar el tenedor sobre la copa para apoyar ahí el terrón de azúcar.

Según la tradición, debemos dejar caer gota a gota el agua sobre el azúcar. Esta melaza va cayendo poco a poco sobre la absenta y le va dando consistencia. Es un ritual parsimonioso en el que debemos tener paciencia. ¿Produce algún efecto alucinógeno? Pruébalo tú mismo.

EL MARSELLA RESISTE

El bar Marsella es parte de la vida familiar de los Lamiel. Josep pertenece a la tercera generación que administra el local.

«Forma parte de mi casa. Yo vivo al lado, piensa que aquí hemos celebrado nuestros cumpleaños, nuestros bautizos, nuestras comuniones, incluso matrimonios porque el de mi madre se celebró aquí».

Quizás sea ese uno de los secretos de la resistencia del Marsella, el considerarlo no como un simple negocio, sino como parte de la vida familiar.

Otro de los símbolos de resistencia del lugar es su conexión con la ciudadanía. En 2013, el Marsella estuvo a punto de cerrar sus puertas.

El propietario del edificio donde se encuentra el bar anunció que vendería el bloque completo y, por ello, se negó a renovar el contrato de alquiler a Josep Lamiel.

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Muchos vecinos y clientes se organizaron para recoger firmas y así evitar el cierre. Luego de una larga y enérgica resistencia ciudadana, el Ayuntamiento de Barcelona decidió comprar el edificio permitiendo que la leyenda continúe.

Pocos lugares han conseguido mantenerse en pie y seguir activos después de doscientos años de historia ‒y algunas pandemias de por medio.

A pesar de la escasa documentación escrita que hay sobre el bar, no hay duda de que ocupa un lugar especial en la historia de Barcelona.

Hoy, detenido en el tiempo, el bar Marsella en Barcelona habla sin tener voz e irradia una energía que te invita a quedarte.

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